Los Santos son los protagonistas de la Historia.

El Nombre que nos imponen cuando nos Bautizan, nos hace únicos, y es el que como hijos de Dios determina nuestra misión en la vida para proclamar la Buena Nueva.

El Profeta JONÁS

  2023-05-17 Los PROFETAS DE LA BIBLIA
Cursos Bíblicos, en la Parroquia de Santa Catalina Thomás.
Mn. Francesc Ramis i Darder


Salmo 118 (117)
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Al Señor, en mi angustia, le clamé, y me respondió sacándome de apuros. Más vale refugiarse en el Señor que confiar en los poderosos...


HOY VEREMOS NO TANTO SU HISTORIA, SINO COMO HEMOS DE ENTENDERLO.
La palabra Jonás significa PALOMA.
El año 750 antes de Cristo. Hijo de Amitai natural de una ciudad llamada Gat-hefer en Zabulón, un territorio en Israel, al noroeste de Nazaret. Se hizo popular por la forma que hablaba.
Por el año 400 hubo un escritor que no sabemos quién es, que escribió una novela y puso como protagonista de la novela a Jonás.
El libro de Jonás no nos cuenta su historia, pero si su novela escrita sobre este profeta.
Cómo libro religioso va a darnos unos puntos sobre el…
Había una Ciudad perversa llamada Nínive capital de Asiria (una ciudad muy grande para su época; tenía una circunferencia de unos 96 km y una población de alrededor de 120.000 habitantes), que a la gente le causan terror, ya que era la capital de un reino que saltaba a los demás reinos para saquearlos. Por lo que cuando cayó el Imperio asirio, todos lo celebran como un día de fiesta.
Y el Señor le dice a Jonás que vaya a esta ciudad a predicar, y el como paloma huye en un barco que iba Tarsis (sur de España a unos 3.500 kilómetros), que era como ir al otro lado del mundo. Pero como decimos en Mallorca: quien huye de Dios huye de bades.


Ya a bordo de la nave —probablemente un barco de carga fenicio—, Jonás observa atentamente las numerosas maniobras que el capitán y la tripulación realizan para sacar la embarcación del puerto. La costa va desapareciendo en el horizonte, y Jonás respira aliviado pensando que al fin está a salvo. Sin embargo, la calma no dura mucho.
De repente, fuertes vientos comienzan a agitar el mar y a levantar olas tan gigantescas que hasta las embarcaciones modernas parecerían de juguete. En poco tiempo, la nave no es más que un frágil cascarón de madera perdido en la inmensidad del océano, zarandeado de acá para allá por las enfurecidas olas. ¿Sabría Jonás que era “Dios mismo” quien estaba provocando “un gran viento en el mar”? Lo que sí tenía claro es que las invocaciones de los marineros a sus dioses no servirían de nada (Lev. 19:4). Como él mismo indicó, la nave estaba “a punto de ser destrozada” (Jon. 1:4). El único que podía salvarlos era Dios. Pero ¿cómo iba a pedirle ayuda cuando estaba huyendo de él?
Viendo que no puede hacer nada para ayudar, Jonás baja a la bodega del barco, se acuesta en un rincón y cae profundamente dormido. *  Cuando el capitán lo encuentra, lo despierta y le dice que ruegue a su dios, como están haciendo todos los demás. Los marineros están convencidos de que el origen de la tormenta es sobrenatural, así que echan suertes entre los que están a bordo para averiguar quién ha provocado la ira de los dioses. Seguro que Jonás se pone cada vez más nervioso al ver que, uno a uno, se va descartando a los demás hombres. Ya no puede cerrar los ojos a la realidad: es Jehová quien ha provocado la tormenta y ahora lo está señalando a él como el culpable por haberle desobedecido.
De inmediato, Jonás les confiesa a los marineros que la culpa es de él. Les explica que es un siervo del Dios todopoderoso, Jehová, y que se subió al barco para huir de la comisión que su Dios le había encargado. Pero al desobedecerlo, los ha puesto a todos en peligro. Con el terror dibujado en sus rostros, los hombres le preguntan qué deben hacer para salvar la nave y sus vidas. ¿Cómo reacciona Jonás? Sabe que está en sus manos librarlos de una muerte segura. Así que, aunque le aterrorice la idea de morir ahogado en ese mar frío y enfurecido, les pide: “Álcenme, y arrójenme al mar, y el mar se les aquietará; porque me doy cuenta de que por causa de mí está sobre ustedes esta gran tormenta”. Esa no es la respuesta de un cobarde, ¿verdad? De seguro, a Jehová le conmovió ver que Jonás fuera tan valiente y estuviera dispuesto a sacrificar su vida. Sin duda, con ese gesto demostró tener una gran fe en Dios.
Quizás el gesto tan altruista de Jonás también conmoviera a los marineros, porque al principio se negaron a arrojarlo al mar. Hicieron todo lo posible para resistir el temporal, pero no sirvió de nada. La tormenta era cada vez más intensa, así que no les quedó más remedio que levantar a Jonás y, pidiendo que su Dios, Jehová, les tuviera misericordia, lo lanzaron por la borda y el mar empieza a calmarse.
Jonás cae en aquel mar embravecido. Quizás distingue el barco alejándose a través de una cortina de espuma mientras lucha para mantenerse a flote. Pero la fuerte corriente lo arrastra sin remedio hacia el fondo, y él pierde toda esperanza.


De pronto, Jonás ve una inmensa sombra que se mueve a su lado. ¿Qué será? Parece un ser vivo. Entonces observa que se le  acerca más y más hasta que, de repente, se abalanza sobre él y, abriendo sus enormes mandíbulas, lo traga de un bocado.


Jonás nos enseña lo que es la oración personal. Y el. No se encomienda de Dios y huye. Lo tiran al mar y la tempestad se calma pero Jonás no reza. Ni cuando lo buscan ni cuando se lo come la ballena. Sólo cuando se encuentra en el vientre de la ballena y prácticamente ha muerto, es cuando se pone a rezar. Y eso dice el capítulo 2 del libro de Jonás:
Entonces Jonás le oró a Jehová su Dios desde el vientre del pez y dijo: “Angustiado llamé a Dios, y él me respondió. Desde las profundidades de la Tumba grité por ayuda. Tú oíste mi voz. Cuando me lanzaste a las profundidades, al corazón de altamar, las corrientes me envolvieron. Todo tu oleaje y tus grandes olas pasaron sobre mí. Y dije: ¡Se me ha llevado lejos de tu vista! ¿Cómo volveré a contemplar tu santo templo?’. Las aguas me envolvieron y amenazaron mi vida; la profundidad del mar me rodeó. Las algas se enredaron en mi cabeza. Me hundí hasta los cimientos de las montañas. Las barras de la tierra iban a encerrarme para siempre. Pero sacaste mi vida del hoyo, oh, Jehová mi Dios. Mientras mi vida se desvanecía, fue a Dios a quien recordé. Entonces mi oración llegó a ti, a tu santo templo. Los devotos de ídolos inútiles abandonan a su fuente de amor leal. Pero yo, con expresiones de gratitud, te haré sacrificios a ti. Los votos que he hecho, los cumpliré. La salvación viene de Jehová”.
En aquel lugar tan fuera de lo común, “en las entrañas del pez”, Jonás aprendió una importante lección: Dios puede salvar a cualquier siervo suyo, sin importar el lugar ni el momento. Nada pudo impedir que salvara a Jonás, ni siquiera el hecho de que se encontrara en el interior de un enorme animal marino (Jon. 1:17). Está claro que únicamente Dios podía mantener a un hombre sano y salvo durante tres días y tres noches en esas condiciones.


El relato dice que, después de tres días y tres noches, la enorme criatura marina se acercó a la costa y “vomitó a Jonás en tierra seca” (Jon. 2:10). ¿No es increíble? ¡Ni siquiera necesitó nadar para llegar a la orilla! Claro que, una vez en la playa, tuvo que arreglárselas él mismo para salir de allí.
Por segunda vez la palabra de Dios llegó a Jonás y le dijo: «Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad, y anuncia lo que yo te diga.» Se levantó Jonás y fue a Nínive, como se lo había ordenado Yavé.

Nínive era una ciudad muy grande. Se necesitaban tres días para atravesarla. Jonás entró en la ciudad e hizo un día de camino pregonando: «Dentro de cuarenta días Nínive será destruida.» 

Los ninivitas creyeron en la advertencia de Dios y ordenaron un ayuno, y se vistieron de saco desde el mayor al menor. La noticia llegó hasta el rey de Nínive, que se levantó de su trono, se quitó el manto, se vistió de saco y se sentó sobre cenizas.
Luego hizo publicar esta orden en Nínive: «Hombres y bestias no comerán ni beberán nada. Que se vistan de saco y clamen a Dios insistentemente. Que cada uno se corrija de su mala conducta y de sus malas obras. ¿Quién sabe si Dios se arrepentirá y cesará su enojo, de manera que no nos haga morir?»

 

-Al ver Dios lo que hacían y cómo se habían arrepentido de su mala conducta, se arrepintió él también y no los castigó como los había amenazado-.

Después de haber pasado cuarenta días sin que le ocurriera nada a Nínive, Jonás estaba muy disgustado porque Yahveh no había destruido la ciudad, asegurando que Dios es clemente y piadoso. No solo eso, también oró a Dios para que le quitará la vida y Yahveh le contestó con la pregunta: "¿Es con razón que te has enardecido de cólera?”. Porque a Jonás le daba rabia y dice:
¿Cómo unos no judíos, son mejores que yo?
Posteriormente el profeta dejó la ciudad y acampó hacia el oriente de la ciudad, donde más tarde se hizo una enramada. Desde ese lugar, al oriente de Nínive, vigiló para ver lo que le ocurría a la ciudad.
Preparó Dios una calabacera que le hiciese sombra y esto alegró la profeta. Sin embargo, al otro día Dios dispuso que un gusano se encargaría de acabar con la calabacera, por lo cual el profeta se enojó y como consecuencia tuvo una insolación tan fuerte que deseaba su muerte otra vez.
Y el Señor le dice: Te quejas de que una planta no te de sombra y te enfada que esa gente se convierta cuando era mala y tú: tienes envidia de ello.


¿Qué desesperación había en Jerusalén el año 400 A. de C. en que se publico el libro de Jonás? 

Primero. En Jerusalén había un Templo que se había convertido en un mercado. Sin símbolos, ni vestigios religiosos, sin reyes ni profetas, donde se había perdido la fe y la tradición del mundo judío.
Y qué pensaban sus dirigentes: haremos esto y lo otro sin, contar con los designios de Dios, sin saber por qué lo hacen, para qué lo hacen, y sin contar con su gracia.

Y así como cuando Jonás se ve en sus límites en el vientre del pez, así estaba Israel.
Entonces se recuperó el libro de los Santos y comenzó a recordar que Dios está en el corazón de cada uno y que si una religión quiere rehacerse, se necesita de la gracia, que es la fuerza de Dios en nosotros.


Segundo. En aquel tiempo dos personajes Esdras y Escenas volvieron del cautiverio de Babilonia y reintrodujeron la Torá en Jerusalén con muy buena intención, pero pensaron:
La religión judía debe ser para los judíos y los demás ya se arreglarán, y impusieron dos leyes:
-La primera tarea que se emprendió fue ocuparse de los matrimonios mixtos. Ya que ignorando la Ley de Moisés muchos, hasta los dirigentes judíos y sacerdotes, se habían casado con las habitantes idólatras del país.

Veo que hay matrimonios que el varón es de raza judía y la mujer no. Entonces el hijo de una no judía no es judío. Por tanto los hombres judíos no pueden tener hijos con mujeres no judías, y el que este casado con una mujer no judía hay que divorciarla de él. Así los de Jerusalén casados con una mujer judía debían echarlas a la calle, y así los hijos pasaban a ser propiedad de marido. Luego los hombres se casaban con una judía, y contrataba a la ex-mujer como jornalera para que sirviera.

-Y con la segunda tarea se dijo que: quien no fuera judío no podía convertirse en judío y no se le puede enseñar la Ley.

Una reforma muy dura, ya que Dios le dijo a Abraham que será padre de todos los pueblos (Génesis 17).
¿Qué hace Dios… Ante lo que teóricamente no podía ser?
-Dios pone el ejemplo del mandato de Jonás de ir a Niníve una ciudad pagana a predicar lo que dice la Ley, por lo que Jonás se pregunta:
¿Qué han dicho mis sacerdotes de los paganos? Pues yo no obedezco a Dios, y qué ocurre entonces, un desastre para Jonás que no quiere obedecer a Dios. Y entonces Dios lo fuerza a ir a Nínive, para que los ninivitas hagan penitencia y los ninivitas hacen penitencia e incluyen también a los animales.

Ese libro
de Jonás del año 400, era revolucionario contra el mandato los mandatarios de entonces; y nos hace ver también que el Evangelio de Jesús es para todas las personas del mundo.
En aquella época era muy común
y también en los principios del cristianismo, en que un egipcio era egipcio, un griego era un griego… Y lo novedoso del cristianismo, es que cualquier persona puede ser cristiano. Y que la voluntad de Dios es para todos los hombres: Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio (Mc 16, 15-20).

Jonás ha visto que los paganos han aceptado la Fe y al Dios rey de Israel… Y qué le pasa a Jonás (tienen un bajada de estima), que lo entra en un proceso depresivo, porque otras personas son buenas. Y eso es la "envidia" que sufre por el bien de los demás, y por eso Dios le pone cerca de una calabacera, que le de sombra, para que luego un gusano la mate lo que enfurece a Jonás. Y Dios le reprocha: te entristece que la gente se convierta y que unas personas se convierta. ¿Y no medas gracias porque te he elegido como un profeta? Mírate a ti mismo y date cuenta de todas las cosas que Dios ha hecho por ti!

También nosotros debemos preguntarnos:
¿Qué podemos hacer nosotros por los demás? 
Al vernos a sí mismos y ver las cosas que Dios ha hecho por mi: una familia, unos hijos un estatus… La autoestima de lo que somos (por lo que hemos de dar gracias a Dios), y eso a su vez, nos ha de llevar a preocuparnos para que los demás se sientan mejor. 


Pero lo más importante, es ver lo que Dios ha hecho por mi.
Y por eso, a quien te pregunte dale razón de tu esperanza, y quien te pregunte dile lo que Dios ha hecho por ti. 

¿Y cuál debe ser nuestra actitud?
-La plegaria en la dificultad (como Jonás en el vientre del pez).
-Ver la situaciones de los demás (sean cristianos, ateos o paganos).
-Y lo que Dios ha hecho por mi…

Hay un momento en que Jesús menciona a Jonás y dice: Os acordáis de que a Jonás lo trago una ballena y después de tres días lo vomitó… Yo permaneceré tres días en el sepulcro y resucitaré. Y eso lo dice como referencia, porque en ese tiempo, Jonás es muy conocido.

Por consiguiente, hemos de hacer fructificar "todos los dones y capacidades" que Dios nos ha dado (de los que debemos sentirnos muy orgullosos), sin ocultarlos, sin escondernos y sin escabullirnos, como Jonás cuando Dios lo envía a predicar a los paganos. 

Conviene recordar, que cuando Jesús nos habla de misericordia, no se refiere al trato entre: padres e hijos, sino en relación al prójimo que son todos los demás (
Mt 24 y 25). Y que de las obras de misericordia, daremos cuenta ante Dios en el día del juicio.


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