Los Santos son los protagonistas de la Historia.

El Nombre que nos imponen cuando nos Bautizan, nos hace únicos, y es el que como hijos de Dios determina nuestra misión en la vida para proclamar la Buena Nueva.

sábado, 25 de marzo de 2023

SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN / ENCARNACIÓN.

El 25 de marzo celebramos la Anunciación y Encarnación, porque dentro de 9 meses que será el 25 de diciembre nacerá Jesús.

“Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” La Encarnación del Hijo de Dios es el misterio básico de nuestra fe, el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad. Celebramos hoy la solemnidad de la Anunciación a María que, indisolublemente, es también la solemnidad de la Encarnación del Verbo de Dios.


Es una fiesta conjunta de Cristo y de María: del Verbo que se hace hijo de María y de María que se convierte en Madre de Dios. Este día, en que la humanidad del Hijo de Dios comienza a formase en el seno de la Virgen María, rompe con el carácter penitencial de la Cuaresma, como ya comentamos el lunes pasado en la solemnidad de San José. Por aquella comentábamos los elementos en común de ambas solemnidades: anuncio por medio de un ángel; la respuesta positiva a los planes de Dios, no temas que acompaña siempre a los encargados y llamados para una misión.  

Pero la fiesta solemne de hoy es que Dios se encarna, se hace hombre. Dios asume nuestra debilidad, el misterio de nacer y de morir, para elevar nuestra naturaleza mortal a la categoría de Dios, para que lleguemos a ser sus hijos, para que podamos vencer a la muerte. Así anuncia Isaías el gran misterio: ese niño que nacerá de madre virgen y será llamado “Enmanuel: Dios con nosotros”.

Dios se hace hombre eternamente, Dios comparte nuestra suerte, es más, en el Hijo, nosotros somos hijos. Dios, como dicen los Santos Padres, se hizo hombre para deificar a la humanidad. Jesús ha conducido a la humanidad a su cumbre, a lo máximo, haciéndonos participar de su divinidad. Uno de los textos del Concilio Vaticano II que mejor expresa esto está en la Constitución Gaudium est spes en su número 22:

“En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Nada extraño, pues, que todas las verdades hasta aquí expuestas encuentren en Cristo su fuente y su corona.

El que es imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado.”

 Hoy es el día del SI, Cristo se ofrece al Padre: “Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad”. María, tiene una respuesta de fe y confianza al saludo y anuncio de Gabriel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu Palabra” Por el de María, el Verbo toma carne en su seno virginal, por su   Sí   Cristo, acepta la cruz y la muerte y, triunfando de ella, nos da la Nueva Vida, con Cristo hemos triunfado hemos resucitado todos.

Datos: Parroquia de Alhaurín de la Torre



miércoles, 15 de marzo de 2023

SAN LONGINOS (el centurión que atravesó el costado de Cristo con la lanza)

    Cada 15 de marzo, nuestros corazones se encienden al recordar la figura de San Longinos, el valiente centurión romano que estuvo presente en el Calvario, bajo las órdenes de Poncio Pilato. Fue él quien, con su lanza, traspasó el santísimo costado de Cristo, en un acto que marcaría su destino de una manera indescriptible.

     
    La tradición nos cuenta que Longinos, tras cometer esta gran profanación, fue transformado en lo profundo de su alma por el Amor de Dios que emanaba del costado herido. Sus palabras, grabadas en el Evangelio, resonaron en los corazones de todos los creyentes: "Verdaderamente Éste era Hijo de Dios" (Mt 27,54).

Imaginemos el corazón de Longinos, un corazón atravesado por la lanza y, a la vez, atravesado por el Amor divino. En ese momento, su vida cambió para siempre. Aunque en el Novus Ordo ya no se le celebra de la misma manera que antes, la llama de la devoción hacia San Longinos sigue ardiendo en muchos corazones. Es por eso que su memoria se mantiene viva cada 15 de marzo, y en algunos lugares, especialmente después de 1969, el 16 de octubre.

La tradición nos ha regalado relatos apasionantes que nos inspiran y nos enseñan valiosas lecciones. Se cuenta que Longinos sufría de una gradual pérdida de la vista, pero al retirar su lanza del Cuerpo del Señor, una gota de sangre divina salpicó sus ojos y, en un instante, recuperó la vista por completo. Un milagro que refleja la misericordia y el poder divino, llenando de esperanza a todos aquellos que lo veneran.

Abandonando su carrera militar, Longinos se unió a la comunidad cristiana y comenzó un profundo proceso de conversión. Tuvo el privilegio de encontrarse con los Apóstoles, quienes compartieron con él el testimonio directo de la vida y obra de Jesús de Nazaret. Inspirado por su fe, Longinos se desligó de los asuntos mundanos y se convirtió en un peregrino del Reino de Dios, llevando la buena nueva de Cristo a las regiones de Cesarea y Capadocia, donde ganó corazones para la causa divina.

Sin embargo, su entrega a la fe no estuvo exenta de pruebas y sufrimiento. Durante la persecución a los cristianos, Longinos cayó en manos de sus perseguidores en Capadocia. Ante la imposición de hacer una ofrenda a los ídolos, él se negó valientemente. Como castigo, el gobernador ordenó que le rompieran los dientes a golpes y le cortaran la lengua. Pero Longinos no se rindió, al contrario, su fe se fortaleció aún más.

En un acto de valentía inquebrantable, una vez que los verdugos cumplieron su cruel tarea, San Longinos se levantó, tomó un hacha que estaba tirada y destrozó las imágenes de los ídolos que se encontraban frente a él. De los fragmentos destruidos, una horda de demonios surgió y se apoderó del gobernador y sus ayudantes, quienes comenzaron a gemir y gritar. En ese momento, Longinos se enfrentó a la máxima autoridad y le hizo saber que solo su propia muerte podría salvarlo. El gobernador, burlándose, lo condenó a ser decapitado, convirtiéndolo así en mártir de la fe.

Con la muerte de San Longinos, el gobernador, consumido por el arrepentimiento, experimentó una profunda transformación. A medida que recuperaba la cordura, sintió un inmenso remordimiento por sus acciones y, en un giro sorprendente, se convirtió al Señor en ese mismo día. Esta historia nos recuerda la capacidad de la fe para tocar incluso los corazones más endurecidos y abrir el camino hacia la redención.

La reliquia más conocida asociada a San Longinos es la punta de la lanza que se cree fue utilizada para traspasar el cuerpo de Nuestro Salvador. En el siglo VI, esta lanza era venerada en Jerusalén y, según testimonios históricos, fue trasladada a Constantinopla en el año 615, después de la toma de la ciudad por un teniente del rey persa Chosroes. La punta de la lanza, que estaba partida, fue donada a Nicetas, quien la llevó a Constantinopla y la depositó en la iglesia de Santa Sofía.

En un hermoso gesto, la punta de la Lanza fue regalada en el año 1244 por Balduino a San Luis, quien la incorporó a la Corona de Espinas en la Sainte Chapelle. Sin embargo, durante la Revolución Francesa, estas sagradas reliquias fueron trasladadas a la Biblioteca Nacional de París y, lamentablemente, la punta de la Lanza ha desaparecido desde entonces.

Así, la historia de San Longinos nos inspira a vivir con pasión y entrega a nuestra fe, recordando que incluso en los momentos más oscuros, el Amor divino puede transformar nuestras vidas de una manera extraordinaria. Sigamos su ejemplo, abrazando la llama de la fe y compartiendo la Buena Nueva con el mundo, tal como él lo hizo en tierras lejanas.

 

jueves, 9 de marzo de 2023

SAN JUAN DE DIOS

8 de marzo, San Juan de Dios. Patrón de los enfermos y trabajadores en los hospitales. Fue un hombre que en la primera mitad del siglo XVI supo armonizar el amor a Dios y a los hombres y mujeres pobres y enfermos.


Juan Ciudad Duarte nació en Montemayor el Nuevo, Portugal, el 8 de mayo de 1495. A los ocho años marchó a España y residió en Oropesa, Toledo.

Entró a servir como pastor en casa de un rico que le propuso matrimonio con su hija, pero él rehusó.
A sus 27 años marchó al ejército para defender Fuenterrabía contra los franceses, y por su negligencia en el cuidado de las ganancias de su compañía, fue expulsado del ejército (estando a punto de ser ahorcado).
y regresó a Oropesa. Después volvió a alistarse en el ejército para defender Viena de la invasión de los musulmanes turcos.

Tras la campaña militar, quería instalarse en Portugal, pero muertos ya sus padres, residió en varias poblaciones andaluzas, ejerciendo varias ocupaciones, y finalmente de vendedor ambulante de libros, lo que le puso en contacto con la literatura cristiana.

El camino que conduce al Señor, se sabe, pasa a veces por senderos muy sinuosos. Es el caso de san Juan de Dios, nacido como Juan Ciudad en un pequeño pueblo de Portugal y que dejó su casa a los 8 años para seguir a un clérigo, mostrando una vocación bastante precoz.

Una vida llena de aventuras

Evidentemente, sin embargo, no era todavía el momento adecuado. Luego Juan se marchó a Oropesa, España, y hasta los 27 años vivió con una familia de pastores; posteriormente se unió al ejército y luchó al menos en dos importantes batallas en Pavía y luego en Viena, asediada por los turcos. Más tarde, mientras tuvo dinero, viajó por todo el continente europeo, incluso tocando África, hasta que regresó a España y se estableció en Granada donde abrió una librería. Entre los muchos oficios que había desempeñado hasta entonces, el oficio de librero era el más lo había apasionado: pronto se enamoró de los libros y los consideró también un subsidio para la oración y la fe, especialmente los que tenían imágenes sagradas.

La vocación en tres palabras

En Granada, un día, escuchó un sermón del místico Juan de Ávila y se sintió alcanzado como por un rayo. Anduvo pidiendo caridad para los pobres usando una fórmula especial de tres palabras: "Hagan bien hermanos", una exhortación a los demás a hacer el bien a sus hermanos y hermanas y, por lo tanto, también a sí mismos. Al mismo tiempo, también comienza a practicar formas de penitencia bastante exageradas que le harán ser arrestado y terminar en un manicomio. Aquí Juan se acerca a los últimos de los enfermos, a quellos encerrados por las familias que quieren esconderlos y deshacerse de ellos. También toca los métodos con los que son tratados, tratamientos tan inhumanos que llegan a ser torturas, y comprende que tiene que hacer algo, que debe estar cerca de estos desafortunados hermanos sólo porque Dios lo quiere.

Un nuevo enfoque hacia los enfermos

Al final de su experiencia en el manicomio, Juan se fue con el obispo y ante él se comprometió a trabajar y vivir en favor de los que sufrían enfermedades y abandonos y a acoger en su comunidad a todos aquellos que hubiesen querido imitar su opción preferencial por los enfermos y abandonados. La Providencia le concedió dos hermanos: los tres llevaban un pobre hábito con la cruz y en 1540 fundaron el primer núcleo de la Congregación de los Hermanos de la Misericordia. Pero Juan aspiraba a mucho más. Aunque no tenía conocimientos de medicina, estaba convencido de que los enfermos debían ser tratados de una nueva manera, es decir, escuchándolos y satisfaciendo sus necesidades a varios niveles. Pudo fundar un primer hospital para obedecer estos dictados en Granada, y luego otro en Toledo. Al mismo tiempo se ocupaba de los huérfanos, las prostitutas y los desempleados.

El nacimiento "póstumo" de la Orden

Juan murió a la edad de 55 años en 1550: mientras estaba rezando, arrodillado, sosteniendo un crucifijo. No dejó ninguna regla escrita, pero ya su obra de caridad estaba en marcha y sus cohermanos seguirán inspirándose en él. Cuarenta y cinco años después, sus enseñanzas serán codificadas en la Regla relativa a la nueva Orden Hospitalaria de san Juan de Dios, también conocida -con aquella expresión muy suya- de "Fatebenefratelli". Canonizado en 1609, fue luego proclamado Patrono de los enfermos y de los hospitales.