Los Santos son los protagonistas de la Historia.

El Nombre que nos imponen cuando nos Bautizan, nos hace únicos, y es el que como hijos de Dios determina nuestra misión en la vida para proclamar la Buena Nueva.

miércoles, 31 de enero de 2024

SAN JUAN BOSCO Nos enseña a evangelizar con el ejemplo de nuestras obras.

 31 de enero, San Juan Bosco.

Nació el 15 o el 16 de agosto de 1815 en Becchi Piamonte (Italia), Su padre era peón agricultor, y murió cuando San Juan tenía un año. Su madre Margarita, al nacer, lo consagró a la Virgen y siempre lo encomendó a ella.

De niño, a sus nueve años,  comenzaron unos sueños premonitorios que marcaron la vida de Don Bosco, y ya en su adolescencia comenzó el apostolado que combinaba con malabarismos y entretenimientos.
Trabajando y pidiendo limosna consiguió pagar sus estudios, hasta que logró ingresar en el seminario diocesano a sus veinte años.

Cuando vistió la sotana, su madre le dijo: "No deshonres nunca este hábito."
Se ordenó sacerdote a sus veinticinco años, y se dedicó a educar a niños y jóvenes, a los que quería convertir en buenos cristianos, para lo cual fundó oratorios.

Al principio de su obra, tuvo que padecer resistencias y celotipias de otros eclesiásticos, e incluso hubo un intento de ingresarlo en un hospital psiquiátrico.

Sus penitencias y la intensidad de su trabajo, influyeron en un deterioro de la salud que le puso a punto de morir, pero se recuperó de forma extraordinaria en lo que interpretó como un milagro.

Ampliando su obra, fundó internados y talleres, y contó con la ayuda de su madre. Incluso después de muerta, Margarita se apareció a San Juan para confortarlo.

Cuando muchos seminarios fueron cerrados (eran los tiempos del anticatólico nacionalismo italiano que se opuso a los Estados Pontificios), a Don Bosco se le permitió que formara seminaristas.

Fue autor de diversas obras de apologética y de pedagogía.

Su prestigio se expandió entre las autoridades religiosas y civiles tanto en Italia como fuera de ella. Entre sus apoyos estuvo el Papa Pío IX, y el Rey Carlos Alberto de Cerdeña, Duque del Piamonte.

Entre sus milagros, destaca uno en el que en la fiesta de la Virgen Auxiliadora multiplicó milagrosamente las hostias consagradas.

En 1857 fundó la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, conocida como los salesianos, que actualmente es de las más numerosas de la Iglesia, estando presente en 130 países. Y en 1872, con la Madre Mazzarello, fundó el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora.

Murió el 31 de enero de 1888 a sus 72 años.

 

 

jueves, 25 de enero de 2024

FIESTA DE LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO "Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?".

25 de enero, fiesta de la conversión de San Pablo.

"El encuentro inesperado de Pablo con Cristo transformó su vida porque experimentó una revelación personal de la verdad divina y el amor redentor de Jesús, lo llevó a abandonar sus antiguas creencias y perseguir activamente la fe cristiana, convirtiéndose en uno de sus más fervientes seguidores y apóstoles. Este encuentro fue un punto de inflexión que marcó una profunda conversión en la vida y perspectiva de Pablo".

Pablo, llamado Saulo en el uso y rigor judío, afirmaba con vehemencia que el Evangelio que predicaba no lo había aprendido o recibido de los hombres.

San Pablo perteneció a la casta de los fariseos. Había nacido en Tarso, ciudad que pertenecía al mundo grecorromano; quien nacía allí tenía la categoría de ciudadano romano y lo era tanto como el centurión, el procurador, el tribuno o magistrado. Necesariamente, por ser judío, no le cupo más suerte en la niñez que andar, disimulando su condición entre los demás del pueblo, ocultando su creencia, tenida como superstición por los paganos romanos. Es posible que esto le fuera encendiendo por dentro y le afirmara aún más en su fe, cuando iba creciendo en edad y tenía que defenderse marchando contra corriente.

Era más bien bajo, de espaldas anchas y cojeaba algo. Fuerte y macizo como un tronco. Un rictus tenía que le hacía fanático. Conocía los manuscritos viejos escritos con signos que a los griegos y a los romanos les parecían garabatos ininteligibles, pero que encerraban toda la sabiduría y la razón de ser de un pueblo. Listo como un sabio en las escuelas griegas de Tarso, familiarizado con los poetas y filósofos que habían pasado el tiempo escribiendo en tablillas o pensando. Para los griegos solo era un hebreo, miembro de aquellas familias que vivían en un islote social, aislado entre misterios inaccesibles a los de otra raza, uno de los que tenían prohibido el acceso a las clases cultas y dirigentes; era de esos que se hacían despreciables por su puritanismo, por sus rarezas ante los alimentos, su modo de divertirse, de casarse, de entender la vida, de no asistir a los templos ¡un ambiente nada claro!

A los dieciocho años se fue a Jerusalén para aprender cosas del judío verdadero, las de la Ley patria, la razón de las costumbres; ansiaba profundizar en la historia del pueblo y en su culto. Gamaliel lo informó bien por unos cuartos. Aprendió las cosas yendo a la raíz, no como las decía la gente poco culta del pueblo sencillo y llano. Supo más y mejor del poder del Dios único; aprendió a darle honra y alabanza en el mayor de los respetos y malamente soportaba con su pueblo el presente dominio del imponente invasor. Esto le ponía furioso. Los profetas daban pistas para un resurgimiento y los salmos cantaban la victoria de Dios sobre otros pueblos y culturas muy importantes que en otro tiempo subyugaron a los judíos y ya desaparecieron a pesar de su altivez; igual pasaría con los dominadores actuales. El Libertador no podría tardar. Mientras tanto, era preciso mantener la idiosincrasia del pueblo a cualquier costa y no ser como los herodianos, para que la esperanza hiciera posible su supervivencia como nación. No se podía dejar que un ápice lo apartara de la fidelidad a las costumbres patrias. Eso le hizo celoso.

Y mira por donde, aquella herejía estaba estropeando todo lo que necesitaba el pueblo. Locos estaban adorando a un hombre y crucificado. No se podía permitir que entre los suyos se ampliara el círculo de los disidentes. Había que hacer algo. No pasaban, sino que las noticias decían que estaban por todas partes como si se diera una metástasis generalizada de un cáncer nacional. Hacía años que ya estuvo, colaborando, como pudo, en la lapidación de uno de aquellos visionarios listos, serviciales, piadosos y caritativos, pero que hacían mucho daño al alto estamento oficial judío; fue cuando lo apedrearon por blasfemo a las afueras de Jerusalén, y lastimosamente él solo pudo guardar los mantos de los que lo lapidaron. Hasta le parecía recordar aún su nombre: Esteban.

Lapidan a San Esteban. Y Pablo al fondo guarda complacido el manto a los verdugos.

La Sagrada Biblia, en el capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles, narra así La Conversión de San Pablo:

"Saulo, respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas de recomendación para las sinagogas de los judíos de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores de Cristo, los pudiera llevar presos y encadenados a Jerusalén.

Y sucedió que yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo; cayó en tierra y oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?". Él respondió: ¿Quién eres tú, Señor? Y oyó que le decían: "Yo soy Jesús a quien tú persigues. Pero ahora levántate; entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tendrás que hacer".

Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo llevaron de la mano y lo hicieron entrar en Damasco. Pasó tres días sin comer y sin beber.

Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: ¡Ananías! Él respondió: "Aquí estoy, Señor" y el Señor le dijo: "Levántate. Vete a la calle Recta y pregunta en la casa de Judas por uno de Tarso que se llama Saulo; mira: él está en oración y está viendo que un hombre llamado Ananías entra y le coloca las manos sobre la cabeza y le devuelve la vista.

Respondió Ananías y dijo: "Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los males que ha causado a tus seguidores en Jerusalén, y que ha venido aquí con poderes de los Sumos Sacerdotes para llevar presos a todos los que creen en tu nombre".

El Señor le respondió: "Vete, pues a este lo he elegido como un instrumento para que lleve mi nombre ante los que no conocen la verdadera religión y ante los gobernantes y ante los hijos de Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre".

Fue Ananías. Entró en la casa. Le colocó sus manos sobre la cabeza y le dijo: "Hermano Saulo: me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías. Y me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo". Al instante se le cayeron de los ojos unas como escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado. Tomó alimento y recobró las fuerzas.

Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y enseguida se puso a predicar en favor de Jesús, en las sinagogas o casas de oración, y decía que Jesús es el Hijo de Dios. Todos los que lo escuchaban quedaban admirados y decían: ¿No es este el que en Jerusalén perseguía tan violentamente a los que invocaban el nombre de Jesús? Y ¿no lo habían enviado los Sumos Sacerdotes con cartas de recomendación para que se llevara presos y encadenados a los que siguen esa religión? "Pero Saulo seguía predicando y demostraba a muchos que Jesús es el Mesías, el salvador del mundo".

Saulo se cambió el nombre por el de Pablo. Y en la carta a los Gálatas dice: "Cuando Aquel que me llamó por su gracia me envió a que lo anunciara entre los que no conocían la verdadera religión, me fui a Arabia, luego volví a Damasco y después de tres años subí a Jerusalén para conocer a Pedro y a Santiago". Las Iglesias de Judea no me conocían, pero decían: "El que antes nos perseguía, ahora anuncia la buena noticia de la fe, que antes quería destruir". Y glorificaban a Dios a causa de mí.

Pablo tuvo la valentía de asumir su derrota.

Tres días para rumiar su derrota y hacerse cargo en su interior de lo que había pasado. Y luego, el bautismo. Un cambio de vida, cambio de obras, cambio de pensamiento, de ideales y proyectos. Su carácter apasionado tomará el rumbo ahora marcado sin trabas humanas posibles -su rendición fue sin condiciones- y con el afán de llevar a su pueblo primero y al mundo entero, luego, la alegría del amor de Dios manifestado en Cristo.


La manifestación de Cristo resucitado a Pablo debió de ser brutal.

El relato es del historiador Lucas, buen conocedor de su oficio. Se lo había oído veces y veces al mismo protagonista. No hay duda. Vio él mismo al resucitado; y lo dirá más veces, y muy en serio a los de Corinto. Y por ello fue capaz de: sufrir naufragios en el mar, y persecuciones en la tierra, y azotes, y hambre, y cárcel, y humillaciones, y críticas, y juicios, y muerte de espada; por ello hizo viajes por todo el imperio, recorriéndolo de extremo a extremo. Y no creas que se lamentaba; le ilusionaba hacerlo porque sabía que en él era mandato más que ruego; el dolor y sufrimiento más bien los tuvo como credenciales y las heridas de su cuerpo las pensaba como garantía de la victoria final en fidelidad ansiada.

Apóstol San Pablo: que tu conversión sea como un ideal para todos y cada uno de nosotros. Que también si en el camino de nuestra vida nos llama Cristo, nosotros seamos capaces de dejar nuestra vida de ensoñaciones, quimeras, pecados..., y empecemos una vida de acuerdo con nuestro carisma bautismal, que nos impulsa a vivir las bienaventuranzas, las obras de misericordia y en plenitud el Evangelio.


miércoles, 24 de enero de 2024

SAN FRANCISCO DE SALES, Doctor de la Iglesia. Él afirmaría "Las almas se ganan de rodillas"

  24 de enero, San Francisco de Sales, obispo y doctor de la Iglesia.

San Francisco nació en el castillo de Sales, en Saboya, el 21 de agosto de 1567. Fue bautizado al día a siguiente en la Iglesia de Thorens, con el nombre de Francisco Buenaventura.

De niño Francisco fue muy delicado de salud ya que nació prematuro; pero gracias al cuidado que recibía, se pudo recuperar y fortalecerse con los años. La madre de Francisco fue Francisca de Boisy una mujer sumamente amable y profundamente piadosa.


Un gran deseo de consagrarse a Dios consumía al joven, que había cifrado en ello la realización de su ideal; pero su padre (que al casarse había tomado el nombre de Boisy) tenía destinado a su primogénito a una carrera secular, sin preocuparse de sus inclinaciones. A los 14 años, Francisco fue a estudiar a la Universidad de París que, con sus 54 colegios, era uno de los más grandes centros de enseñanza de la época.

Su padre le había enviado al colegio de Navarra, a donde iban los hijos de las familias de Saboya; pero Francisco, que temía por su vocación, consiguió que consintiera en dejarle ir al Colegio de Clermont, dirigido por los jesuitas y conocido por la piedad y el amor a la ciencia que reinaban en él.

Desde el principio, guiado, por su director, el Padre Déage, se trazó un programa de acción: Cada semana confesarse y comulgar. Cada día atender muy bien a las clases y preparar las tareas y lecciones para el día siguiente. Dos horas diarias de ejercicios de equitación, de esgrima, de baile.

Pronto se distinguió en retórica y en filosofía; después se entregó apasionadamente al estudio de la teología. Cada día estaba más decidido a consagrarse a Dios y acabó por hacer voto de castidad perpetua, poniéndose bajo la protección de la Santísima Virgen. Pero no por ello faltaron las pruebas.

Vivir en gracia de Dios en aquellos ambientes no era nada fácil. Sin embargo, Francisco supo alejarse de toda ocasión peligrosa y de toda amistad que pudiera llevarle a ofender a Dios y logró conservar así el alma incontaminada y admirablemente pura. Francisco tenía 18 años.

Su carácter era muy inclinado a la ira, y muchas veces la sangre se le subía a la cara ante ciertas burlas y humillaciones, pero lograba contenerse de tal manera que muchos llegaban hasta imaginarse que a Francisco nunca le daba mal genio por nada. Pero entonces el enemigo del alma, al ver que con las pasiones más comunes no lograba derrotarlo, dispuso atacarlo por un nuevo medio más peligroso y desconocido.

Empezó a sentir en su cerebro el pensamiento constante y fastidioso de que se iba a condenar, que se tenía que ir al infierno para siempre. La herejía de la Predestinación, que predicaba Calvino y que él había leído, se le clavaba cada vez más en su mente y no lograba apartarla de allí. Perdió el apetito y ya no dormía. Estaba tan impresionantemente flaco y temía hasta enloquecer. Lo que más le atemorizaba no eran los demás sufrimientos del infierno, sino que allá no podría amar a Dios.

Pero el remedio definitivo, que le consiguió que esta tentación jamás volviese a molestarle fue al entrar a la Iglesia de San Esteban en París, y arrodillarse ante una imagen de la Santísima Virgen y rezarle la famosa oración de San Bernardo:

"Acuérdate Oh piadosísima Virgen María, que jamás oyó decir que hayas abandonado a ninguno de cuantos han acudido a tu amparo, implorando tu protección y reclamando tu auxilio. Animado con esta confianza, también yo acudo a ti, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante tu soberana presencia. No desprecies mis súplicas, Madre del Verbo Divino, antes bien, óyelas y acógelas benignamente. Amén".

En el 1588, partió para la ciudad italiana de Padua; su padre le había dado la orden de estudiar abogacía, doctorarse en derecho. Estudiaba derecho durante cuatro horas diarias para poder llegar a ser abogado. Otras cuatro horas estudiaba Teología, la ciencia de Dios, porque tenía un gran deseo: llegar a ser sacerdote.

Durante su estadía en Padua, dice el mismo Francisco, que lo que más le ayudó fue la amistad y dirección espiritual de ciertos sacerdotes jesuitas muy sabios y muy santos.

A los 24 años obtuvo el doctorado en leyes, y fue a reunirse con su familia en el castillo de Thuille, a orillas del lago de Annecy. Ahí llevó durante 18 meses, por lo menos en apariencia, la vida ordinaria de un joven de la nobleza. El padre de Francisco tenía gran deseo de que su hijo se casara cuanto antes y había escogido para él a una encantadora muchacha, heredera de una de las familias del lugar. Sin embargo, el trato cortés, pero distante, de Francisco hicieron pronto comprender a la joven que este no estaba dispuesto a secundar los deseos de su padre.

El santo declinó, por la misma razón, la dignidad de miembro del senado que le había sido propuesta, a pesar de su juventud.

Hasta entonces Francisco sólo había confiado a su madre y a su primo Luis de Sales y a algunos amigos íntimos, su deseo de consagrarse al servicio de Dios. Pero había llegado el momento de hablar de ello con su padre. El Señor de Boisy lamentaba que su hijo se negara a aceptar el puesto en el senado y que no hubiese querido casarse, pero ello no le había hecho sospechar, ni por un momento, que Francisco pensara en hacerse sacerdote.

Después de mucha lucha pero con el consentimiento de su padre Francisco se ordenó sacerdote el 18 de diciembre de 1593. A partir de ese momento, se entregó al cumplimiento de sus nuevos deberes con un celo que nunca decayó. Ejercitaba los ministerios sacerdotales entre los pobres, con especial cariño; sus penitentes predilectos eran los de cuna humilde.

Él afirmaría "Las almas se ganan de rodillas", por lo que su predicación la acompañaba con mortificación. Como muchos de Chablais cayeron bajo el protestantismo, marchó allí con un primo, para convencer a sus habitantes de que la religión verdadera es la católica. Se dedicó a redactar unas hojas "las Controversias", que distribuía por las casas para hacer apologética de la verdadera fe.

Él entendió que el buen ecumenismo no puede limitarse a una concurrencia afectuosa y de plegaria con los hermanos separados,  renunciando a intentar atraerlos a la Iglesia Católica, sino todo lo contrario, y gracias a su esfuerzo y con la ayuda divina, logró la conversión de más de 60.000 calvinistas. Aunque ese apostolado le costó muchas hostilidades por parte de los protestantes.

Las condiciones religiosas de los habitantes del Chablais, en la costa sur del lago de Ginebra, eran deplorables debido a los constantes ataques de los ejércitos protestantes, y el duque de Saboya rogó al Obispo Claudio de Granier que mandase algunos misioneros a evangelizar de nuevo la región. El Obispo envió a un sacerdote de Thonon, capital del Chablais; pero sus intentos fracasaron. El enviado tuvo que retirarse muy pronto. Entonces el Obispo presentó el asunto a la consideración de su capítulo, sin ocultar sus dificultades y peligros. De todos los presentes, Francisco fue quien mejor comprendió la gravedad del problema, y se ofreció a desempeñar ese duro trabajo.

Francisco tuvo que emprender el viaje, sin la bendición de su padre quien consideraba esto una locura, el 14 de septiembre de 1594, día de La Santa Cruz. Partió a pie, acompañado solamente por su primo, el canónigo Luis de Sales, a la reconquista del Chablais.

El gobernador de la provincia se había hecho fuerte con un piquete de soldados en el castillo de Allinges, donde los dos misioneros se las ingeniaron para pasar las noches a fin de evitar sorpresas desagradables. En Thonon quedaban apenas unos 20 católicos, a quienes el miedo impedía profesar abiertamente sus creencias. Francisco entró en contacto con ellos y los exhortó a perseverar valientemente. Los misioneros predicaban todos los días en Thonon, y poco a poco, fueron extendiendo sus fuerzas a las regiones circundantes.

El camino al castillo de Allinges, que estaban obligados a recorrer, ofrecía muchas dificultades y, particularmente en invierno, resultaba peligroso. Una noche, Francisco fue atacado por los lobos y tuvo que trepar a un árbol y permanecer ahí en vela para escapar con vida. A la mañana siguiente, unos campesinos le encontraron en tan lastimoso estado que, de no haberle transportado a su casa para darle de comer y hacerle entrar en calor, el santo habría muerto seguramente. Los buenos campesinos eran calvinistas. Francisco les dio las gracias en términos tan llenos de caridad, que se hizo amigo de ellos y muy pronto los convirtió al catolicismo.


San Francisco hacía todos los intentos para tocar los corazones y las mentes del pueblo. Con ese objeto, empezó a escribir una serie de panfletos en los que exponía la doctrina de la Iglesia y refutaba la de los calvinistas. Aquellos escritos, redactados en plena batalla, que el santo hacía copiar a mano por los fieles, para distribuirlos, formarían más tarde el volumen de las "controversias". Los originales se conservan todavía en el convento de la Visitación de Annecy. Aquí empezó la carrera de escritor de San Francisco de Sales, que a este trabajo añadía el cuidado espiritual de los soldados de la guarnición del castillo de Allinges, que eran católicos de nombre y formaban una tropa ignorante y disoluta.

Poco a poco el auditorio de sus sermones en Thonon fue más numeroso, al tiempo que los panfletos hacían efecto en el pueblo. Por otra parte, aquellas gentes sencillas admiraban la paciencia del santo en las dificultades y persecuciones, y le otorgaban sus simpatías. El número de conversiones empezó a aumentar y llegó a formarse una corriente continua de apostatas que volvían a reconciliarse con la Iglesia.

Cuando el Obispo Granier fue a visitar la misión, 3 o 4 años más tarde, los frutos de la abnegación y celo de San Francisco de Sales eran visibles.

Francisco de Sales, Obispo:

Monseñor de Granier, quien siempre había visto en Francisco un posible coadjutor y sucesor, pensó que había llegado el momento de poner en obra sus proyectos. El santo se negó a aceptar, al principio, pero finalmente se rindió a las súplicas de su Obispo, sometiéndose a lo que consideraba como una manifestación de la voluntad de Dios. Al poco tiempo, le atacó una grave enfermedad que lo puso entre la vida y la muerte. Al restablecerse fue a Roma, donde el Papa Clemente VIII, que había oído muchas alabanzas sobre la virtud y las cualidades del joven sacerdote decano, pidió que se sometiese a un examen en su presencia. El día señalado se reunieron muchos teólogos y sabios.

El mismo Sumo Pontífice, así como Baronio, Bernardino, el cardenal Federico Borromeo (primo del santo) y otros, interrogaron al santo sobre 35 puntos difíciles de teología. San Francisco respondió con sencillez y modestia, pero sin ocultar su ciencia. El Papa confirmó su nombramiento de coadjutor de Ginebra, y Francisco volvió a su diócesis, a trabajar con mayor ahínco y energía que nunca.

En 1602 fue a París donde le invitaron a predicar en la capilla real, que pronto resultó pequeña para la tal multitud que acudía a oír la palabra del santo, tan sencilla, tan conmovedora y tan valiente. Enrique IV concibió una gran estima por el coadjutor de Ginebra y trató en vano de retenerle en Francia.

A la muerte de Claudio de Granier, acaecida en el otoño de 1602, Francisco le sucedió en el gobierno de la diócesis. Fijó su residencia en Annecy, donde organizó su casa con la más estricta economía, y se consagró a sus deberes pastorales con enorme generosidad y devoción.

Con su abundante correspondencia alentó y guió a innumerables personas que necesitaban de su ayuda. Entre los que dirigía espiritualmente, Santa Juana de Chantal ocupa un lugar especial. San Francisco la conoció en 1604, cuando predicaba un sermón de cuaresma en Dijón. La fundación de la Congregación de la Visitación, en 1610, fue el resultado del encuentro de los dos santos.

En 1610, Francisco de Sales tuvo la pena de perder a su madre (su padre había muerto años antes). El santo escribió más tarde a Santa Juana de Chantal: "Mi corazón estaba desgarrado y lloré por mi buena madre como nunca había llorado desde que soy sacerdote". San Francisco habría de sobrevivir por nueve años a su madre, nueve años de inagotable trabajo.

En 1622, el duque de Saboya, que iba a ver a Luis XIII en Aviñón, invitó al santo a reunirse con él en aquella ciudad. Movido por el deseo de abogar por la parte francesa de su diócesis, el obispo aceptó al punto la invitación, aunque arriesgaba su débil salud un viaje tan largo, en pleno invierno.

Parece que el santo presentía que su fin se acercaba. Antes de partir de Annecy puso en orden todos sus asuntos y emprendió el viaje como si no tuviera esperanza de volver a ver a su grey. En Aviñón hizo todo lo posible por llevar su acostumbrada vida de austeridad; pero las multitudes se apiñaban para verle y todas las comunidades religiosas querían que el santo obispo les predicara.

En el viaje de regreso, San Francisco se detuvo en Lyon, hospedándose en la casita del jardinero del convento de la Visitación. Aunque estaba muy fatigado, pasó un mes entero atendiendo a las religiosas. Una de ellas le rogó que le dijese qué virtud debía practicar especialmente; el santo escribió en una hoja de papel, con grandes letras: "Humildad".


Durante el Adviento y la Navidad, bajo los rigores de un crudo invierno, prosiguió su viaje, predicando y administrando los sacramentos a todo el que se lo pidiera. El día de San Juan le sobrevino una parálisis; pero recuperó la palabra y el pleno conocimiento. Con admirable paciencia, soportó las penosas curaciones que se le administraron con la intención de prolongarle la vida, pero que no hicieron más que acortársela.

En su lecho repetía: "Puse toda mi esperanza en el Señor, y me oyó y escuchó mis súplicas y me sacó del foso de la miseria y del pantano de la iniquidad".

En el último momento, apretando la mano de uno de los que le asistían solícitamente murmuró: "Empieza a anochecer y el día se va alejando".

Su última palabra fue el nombre de "Jesús". Y mientras los circundantes recitaban de rodillas las Letanías de los agonizantes, San Francisco de Sales expiró dulcemente, a los 56 años de edad, el 28 de diciembre de 1622, fiesta de los Santos Inocentes. Había sido obispo por 21 años.

El día 29 de diciembre la ciudad entera de Lyon fue desfilando por la humilde casita donde había muerto el querido santo. Y era tanto el deseo de la gente de besarle las manos y los pies, que los médicos no lograban llevarse el cadáver para hacerle la autopsia.

San Francisco fue beatificado por el Papa Alejandro VII en el 1661, y el mismo Papa lo canonizó en el 1665, a los 43 años de su muerte.

En el 1878 el Papa Pío IX, considerando que los tres libros famosos del santo: "Las controversias"(contra los protestantes); La Introducción a la Vida Devota" (o Filotea) y El Tratado del Amor de Dios (o Teótimo), tanto como la colección de sus sermones, son verdaderos tesoros de sabiduría, declaró a San Francisco de Sales "Doctor de la Iglesia", siendo llamado "El Doctor de la amabilidad".

Dos siglos más tarde, San Juan Bosco buscó su imitación y protección, y por eso a su fundación la llamó Pía Sociedad de San Francisco de Sales y son conocidos como salesianos.

 

 

 

sábado, 20 de enero de 2024

SAN SEBASTIÁN PATRONO DE PALMA DE MALLORCA

20 de enero, San Sebastián.

 
 
San Sebastián, Patrón de Palma, nació en el año 256 en Narbona, en la región de Las Galias, en una familia de buena posición. La vida de Sebastián estuvo marcada por la pérdida de su padre cuando aún era un niño. Ante esta situación, su madre decidió trasladarse con él a Milán, su tierra natal.

Desde joven, Sebastián demostró un gran valor y se destacó en la carrera militar. Ascendió hasta alcanzar el prestigioso cargo de tribuno y sirvió en la Legión, posteriormente integrándose a la Guardia Pretoriana del emperador romano Diocleciano.

A pesar de su exitosa carrera militar, el corazón de Sebastián estaba imbuido de amor cristiano. Su fe lo llevó a dedicarse a confortar a aquellos que eran condenados por profesar la fe cristiana. Este acto altruista y valiente fue lo que finalmente lo puso en el ojo de la tormenta, ya que fue denunciado como cristiano.

A pesar de las amenazas y las adversidades, Sebastián no renegó de su fe. Fue condenado a morir asaetado, pero tras el ataque, lo dejaron por muerto. Fue entonces cuando los cristianos lo recogieron para darle una digna sepultura. Santa Irene, una futura mártir, lo llevó a su casa y cuidó de él, permitiendo que se recuperara de sus heridas.

Una vez restablecido en su salud, Sebastián no retrocedió en su valentía y determinación. Se enfrentó al Emperador Diocleciano, recriminándole por su trato injusto hacia los cristianos. Como resultado, Diocleciano ordenó nuevamente su condena, esta vez a ser golpeado con bastonazos hasta la muerte y posteriormente decapitado. Este martirio ocurrió el 20 de enero del año 288 o 303.

Después de su ejecución, su cuerpo fue arrojado a la cloaca Máxima, que desemboca en el río Tíber. Sin embargo, los cristianos recogieron su cuerpo y lo sepultaron en las catacumbas de San Sebastián. 

Algunas reliquias de San Sebastián se conservan en Mallorca, incluyendo un trozo de su brazo en la Catedral de Palma y otra en Valldemossa. La valentía y la devoción de San Sebastián lo han convertido en un símbolo de fortaleza espiritual y resistencia frente a la adversidad.

¿POR QUÉ SAN SEBASTIÁN ES PATRÓN DE PALMA DE MALLORCA? 

Los caballeros franceses y alemanes que durante el siglo IX vinieron a España para participar en la Reconquista trajeron consigo sus patronos y protectores a diferentes santos que en vida destacaron por sus hazañas guerreras y por sus combates contra los enemigos de la Cristiandad. La cruzada iba avanzando y los combates se ganaban bajo la intercesión de algunos de ellos: san Antonio de Viana, san Marcial, san Jorge, san Mauricio, san Segismundo, san Martín de Tours, san Honorato de Arlés... De esta manera, en las nuevas tierras conquistadas se iban erigiendo templos en su nombre, los cuales se convertían en puntos de partida en la creación de nuevas poblaciones. Ello explica la gran cantidad de villas y ciudades que llevan por nombre algunos de estos santos guerreros.

Las huestes de Jaime I trajeron consigo las devociones heredadas de sus antiguos y entre las principales se encontraba la de nuestro patrón. San Sebastián, ya en el medioevo, tenía fama de interceder contra las epidemias, y al estar el incipiente reino de Mallorca a merced de todo tipo de contactos con el norte de África y con el Mediterráneo oriental, vías importantes del contagio de la peste, la devoción a san Sebastián entre los palmesanos se dilató. Con ello aumentaron la solemnidad de las ceremonias y festividades con que se le honraba. Este hecho explica que, desde los orígenes de nuestra basílica catedral, san Sebastián estuviese presente en algunas de sus capillas.

Ya en 1451, los Jurados de la Ciudad y Reino de Mallorca, suplicaban al cabildo, que la fiesta de san Sebastián fuese solemne y que en ella se tocase la campana mayor, conocida como n'Aloy, súplica que fue concedida. En 1518, otra vez los jurados del Reino demandaron y consiguieron la concesión de capilla propia, la segunda después del portal mayor, de la cual obtuvieron el patronato. Entre los años 1522 y 1523 apareció en el reino insular la tan temida peste, la cual produjo tal mortandad que se creyó despoblarse toda Mallorca. 

Todo cambió cuando durante el mes de agosto cesó el estrago. Muy pronto se supo que el milagro había sido obrado gracias a la llegada a la isla de una reliquia de san Sebastián, concretamente el hueso de uno de sus brazos. Había llegado a Mallorca con el arcediano de la iglesia de San Juan de Colachi, templo de los caballeros de Rodas, Manuel Suriavisqui. 

Cuenta una leyenda palmesana que cuando el arcediano y los otros monjes que le acompañaban quisieron salir del puerto de Palma para proseguir su camino, un fuerte temporal se lo impidió. Cada vez que se intentaba zarpar el temporal resurgía con fuerza. Parecía como si la reliquia de san Sebastián no quisiese salir de la isla. Los religiosos de Rodas, después de fallidos intentos de abandonar Mallorca, decidieron dejar la reliquia en Palma. A la mañana siguiente, zarparon los religiosos con el mar en calma absoluta.

En memoria de tal suceso, al cese de la peste, los capitulares y jurados instituyeron y ordenaron una general cofradía del glorioso mártir para todo el Reino con asiento en la nueva capilla, cuyos patronos eran los jurados. Estos, en 1634, presentaban al cabildo la nominación, hecha por el Gran y General Consejo y aprobada por Breve Pontificio, de patrona del reino mallorquín a favor de la Inmaculada Concepción, y de patrón de la ciudad, por el Consejo de la misma, a favor de san Sebastián. En 1711 un rayo destruyó la capilla. Enseguida se empezó su restauración. En 1757, en el centro de la capilla, se colocó la nueva imagen del Santo, traída de Roma, que ahora veneramos. 


La Santa Sede confirmó el 18 de junio de 1868, bajo la autoridad del Romano Pontífice, Pío IX, y a instancias del obispo Miguel Salvá, el título de Patrono. Finalmente, el 16 de enero de 1907, el Papa Pio X, concedió la indulgencia plenaria para los fieles que honrasen a san Sebastián. Cada 20 de enero, el consistorio palmesano y el cabildo siguen honrando al patrón de Palma con una misa solemne.

Desde el año 1977, a propuesta del folclorista Bartomeu Ensenyat, siendo Miquel Duran, concejal de cultura y Paulino Buchens alcalde de Palma, se inició la celebración de la 'revetla' de san Sebastián. Ese primer año la fiesta tuvo lugar únicamente en la plaza Mayor, aunque en pocos años se extendió por todo lo largo y ancho de la ciudad, convirtiéndose en lo que hoy conocemos como la fiesta popular más multitudinaria de Palma.

Crónica de Bartomeu Bestad en D.M.

 

martes, 16 de enero de 2024

SAN ANTONIO ABAD Padre del Monasticismo, Devoto de la Vida Ascética y Protector de los Animales

 17 de enero, San Antonio Abad. 

Nació en Quemán, cerca de Menfis, en Egipto, sobre el 251, de familia con buenos recursos económicos. Sobre los veinte años perdió a sus padres, y escuchando las palabras de Cristo: "Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el Cielo, y luego vente conmigo" (Mt 19,11), decidió vender la mayor parte de sus bienes. Después, escuhando las palabras: "No os agobiéis por el mañana" (Mt 6), decidió vender lo poco que se había reservado, confió su hermana a unas vírgenes de su confianza, y emprendió una vida de ascetismo e intensa oración. Primero estuvo en una choza a las afueras de su pueblo, bajo la guía de un maestro espiritual. Allí trabajaba confeccionando cestas, cuerdas y esteras. Durante aquella época, los demonios le atacaban con tentaciones del mundo y de la carne.


Quince años después marchó  al desierto, a una necrópolis abandonada, donde no tenía contacto con hombres. Allí vivió seis meses en una tumba oscura, donde los demonios se le aparecían con formas horrendas, y le daban palizas.

Después, a sus treinta y cinco años, se instaló en la fortaleza romana abandonada de Pispir, en la que  atrancó las puertas para no ver a nadie. De tanto en cuanto le tiraban galletas por encima de la muralla. Tuvo visiones de ángeles y demonios. 


Al cabo de veinte años permitió visitas para edificar espiritualmente a otros. Y muchos le imitaron, instalándose en ermitas cerca de él.

San Antonio decía que "los demonios son tiranos impotentes que ya han sido vencidos."

El 308, San Antonio, deseando el martirio y para confortar a los cristianos perseguidos, abandonó su soledad y fue a Alejandría, realizando exorcismos y curaciones milagrosas de enfermos.

El 311, acabada la cruel persecución del tirano Maximino, nuestro santo regresó al desierto. Más tarde se instaló en el monte Colzim, donde vivió los últimos quince años de su vida. En esta etapa es cuando realizó mayor número de milagros.

El 355, fue llamado por el obispo San Atanasio (el que después sería su biógrafo), para que le ayudara a defender la doctrina católica frente a la herejía arriana, y así lo hizo.

Vuelto a su retiro, siguieron los ataques demoníacos, pero también disfrutó de delicias como la contemplación de escenas celestiales (vio el Cielo habitado de ángeles, el tránsito de almas de fieles difuntos, escuchó conversaciones inenarrables, etc.)

Murió el 17 de enero del 356 a sus ciento cinco años.

Se le representa con una campana, porque los anacoretas las usaban para espantar a los demonios, ya que a esas criaturas infernales no les gusta el sonido de las campanas.

Combates Con Los Demonios

El demonio que odia y envidia lo bueno, no podía ver tal resolución en un hombre joven, sino que se puso a emplear sus viejas tácticas contra él. Primero trató de hacerlo desertar de la vida ascética recordándole su propiedad, el cuidado de su hermana, los apegos de su parentela, el amor al dinero, el amor a la gloria, los innumerables placeres de la mesa y de todas las cosas agradables de la vida. Finalmente le hizo presente la austeridad de todo lo que va junto con esta virtud, despertó en su mente toda una nube de argumentos, tratando de hacerlo abandonar su firme propósito. 
 
El enemigo vio, sin embargo, que era impotente ante la determinación de Antonio, y que más bien era él que estaba siendo vencido por la firmeza del hombre, derrotado por su sólida fe y su constante oración. Puso entonces toda su confianza en las armas que están "en los músculos de su vientre" (Job 40:16). Jactándose de ellas, pues son su artimaña preferida contra los jóvenes, atacó al joven molestándolo de noche y hostigándolo de día, de tal modo que hasta los que lo veían a Antonio podían darse cuenta de la lucha que se libraba entre los dos. El enemigo quería sugerirle pensamientos sucios, pero el los disipaba con sus oraciones; trataba de incitarlo al placer, pero Antonio, sintiendo vergüenza, ceñía su cuerpo con su fe, con sus oraciones y su ayuno. El perverso demonio entonces se atrevió a disfrazarse de mujer y hacerse pasar por ella en todas sus formas posibles durante la noche, sólo para engañar a Antonio. Pero él llenó sus pensamientos de Cristo, reflexionó sobre la nobleza del alma creada por El, y sobre la espiritualidad, y así apagó el carbón ardiente de la tentación. Y cuando de nuevo el enemigo le sugirió el encanto seductor del placer, Antonio, enfadado, con razón, y apesadumbrado, mantuvo sus propósitos con la amenaza del fuego y del tormento de los gusanos (Js 16:21; Sir 7:19; Is 66:24; Mc 9:48). Sosteniendo esto en alto como escudo, pasó a través de todo sin ser doblegado.

Toda esa experiencia hizo avergonzarse al enemigo. En verdad, él, que había pensado ser como Dios, hizo el loco ante la resistencia de un hombre. El, que en su engreimiento desdeñaba carne y sangre, fue ahora derrotado por un hombre de carne en su carne. Verdaderamente el Señor trabajaba con este hombre, El que por nosotros tomó carne y dio a su cuerpo la victoria sobre el demonio. Así, todos los que combaten seriamente pueden decir: No yo, sino la gracia de Dios conmigo (1 Co 15:10). 
 
Sobre las Virtudes

Un día en que él salió, vinieron todos los monjes y le pidieron una conferencia. El les habló en lengua copta como sigue:

"Las Escrituras bastan realmente para nuestra instrucción. Sin embargo, es bueno para nosotros alentarnos unos a otros en la fe y usar de la palabra para estimularnos. Sean, por eso, como niños y tráiganle a su padre lo que sepan y díganselo, tal como yo, siendo el mas antiguo, comparto con ustedes mi conocimiento y mi experiencia.

Para comenzar, tengamos todos el mismo celo, para no renunciar a lo que hemos comenzado, para no perder el nimo, para no decir: "Hemos pasado demasiado tiempo en esta vida ascética." No, comenzando de nuevo cada día, aumentemos nuestro celo. Toda la vida del hombre es muy breve comparada con el tiempo que a de venir, de modo que todo nuestro tiempo es nada comparada con la vida eterna. En el mundo, todo se vende; y cada cosa se comercia según su valor por algo equivalente; pero la promesa de la vida eterna puede comprarse con muy poco. La Escritura dice: "Aunque uno viva setenta años y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil" (Sal 89:10). Si, pues, todos vivimos ochenta años o incluso cien, en la práctica de la vida ascética, no vamos a reinar el mismo período de cien años, sino que en vez de los cien reinaremos para siempre. Y aunque nuestro esfuerzo es en la tierra, no recibiremos nuestra herencia en la tierra sino lo que se nos ha prometido en el cielo. Más, aún, vamos a abandonar nuestro cuerpo corruptible y a recibirlo incorruptible (1 Co 15:42).

Así, hijitos, no nos cansemos ni pensemos que estamos afanándonos mucho tiempo o que estamos haciendo algo grande. Pues los sufrimientos de la vida presente no pueden compararse con la gloria separada que nos ser revelada (Rm 8:18). No miremos hacia a través, hacia el mundo, que hemos renunciado a grandes cosas. Pues incluso todo el mundo, y no creamos que es muy trivial comparado con el cielo. Aunque fuéramos dueños de toda la tierra y renunciaremos a toda la tierra, nada sería comparado con el reino de los cielos. Tal como una persona despreciaría una moneda de cobre para ganar cien monedas de oro, así es que el dueño de la tierra y renuncia a ella, da realmente poco y recibe cien veces más (Mt 19:29). Pues, ni siquiera, toda la tierra equivale el valor del cielo, ciertamente el que entrega una poca tierra no debe jactarse ni apenarse; lo que abandona es prácticamente nada, aunque sea un hogar o una suma considerable de dinero de lo que se separa.

"Debemos además tener en cuenta que si no dejamos estas cosas por el amor a la virtud, después tendremos que abandonarlas de todos modos y a menudo también, como nos recuerda el Eclesiastés" (2:18; 4:8; 6:2), a personas a las que no hubiéramos querido dejarlas. Entonces, ¿por qué no hacer de la necesidad virtud y entregarlas de modo que podamos heredar un reino por añadidura? Por eso, ninguno de nosotros tenga ni siquiera el deseo de poseer riquezas. ¿De qué nos sirve poseer lo que no podemos llevar con nosotros? ¿Por qué no poseer mas bien aquellas cosas que podamos llevar con nosotros: prudencia, justicia, templanza, fortaleza, entendimiento, caridad, amor a los pobres, fe en Cristo, humildad, hospitalidad? Una vez que las poseamos, hallaremos que ellas van delante de nosotros, preparándonos la bienvenida en la tierra de los mansos (Lc 16:9; Mt 5:4). 
 
"Luchemos, pues, para que la ira no sea nuestro dueño ni la concupiscencia nos esclavice. Pues está escrito 'que la ira del hombre no hace lo que agrada a Dios'(St 1:20). Y la concupiscencia ' cuando ha concebido, da a luz el pecado; y de este pecado, cuando esta desarrollado, nace la muerte (St 1:15). Viviendo esta vida, mantengámonos cuidadosamente en guardia y, como está escrito, guardemos nuestro corazón con toda vigilancia (Pr 4:23). Tenemos enemigos poderosos y fuertes: son los demonios malvados; y contra ellos 'es nuestra lucha', como dice el apóstol, 'no contra gente de carne y hueso, sino contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestiales, es decir, los que tienen mando, autoridad y dominio en este mundo oscuro' (Ef 6:12). Grande es su número en el aire a nuestro alrededor, y no están lejos de nosotros. Pero la diferencia entre ellos es considerable. Nos llevaría mucho tiempo dar una explicación de su naturaleza y distinciones, tal disquisición es para otros más competentes que yo; lo único urgente y necesario para nosotros ahora es conocer sólo sus villanías contra nosotros.

Toni canta a Sant Antoni