3 de febrero, San Blas, obispo y mártir.
Se conocen cuatro Actas de los historiadores bolandistas que nos hablan de su vida.
Nació en el s. II, en Sebaste, Armenia.
Era médico e inició vida de ermitaño, adornado de grandes virtudes, tales como humildad, castidad, piedad, mortificación, etc.
Fue elegido obispo de Sebaste. Y durante la persecución del tirano emperador Diocleciano (que duró del 303 al 313), siendo gobernador de Capadocia Agrícola, huyendo, se refugió en el campo, en una cueva , de la que salía de tanto en cuanto para auxiliar a los cristianos. Así, ocultando que era obispo, entraba en prisiones a visitar a cristianos encarcelados y una vez allí les confesaba, les daba la comunión, les exhortaba a la perseverancia, etc. Transcurrido cierto tiempo, le descubrieron, y le ofrecieron la libertad si sacrificaba a los ídolos, a lo que él se negó, de modo que lo condenaron a tortura y muerte.
Fue arrojado al mar, y en vez de ahogarse, milagrosamente caminó sobre las aguas. Después fue torturado con peines de hierro que le desgarraron sus carnes, y finalmente fue degollado.
San Blas, a quien cortaron el cuello, es protector de enfermedades de la garganta, también por razón del milagro que en cierta ocasión realizó, cuando una madre le llevó a su hijo pequeño que se estaba ahogando por la ingesta de un trozo de pescado del que se le había clavado una espina en la garganta, y San Blas le impuso las manos y se curó milagrosamente. Por todo ello se conserva la costumbre de bendecir en su día las gargantas, pidiendo la salud frente a las enfermedades. Y por ello es también patrono de los otorrinolaringólogos.
Además, en su fiesta se bendicen frutos y caramelos, porque San Blas anunció que a quien a él pida que Dios le bendiga sus cosas, le irá bien.
Que con la bendición de los frutos y las gargantas le pidamos su protección, y que nos abra la boca para proclamar las alabanzas de Dios y anunciarlo a todos los hombres.
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