Los Santos son los protagonistas de la Historia.

El Nombre que nos imponen cuando nos Bautizan, nos hace únicos, y es el que como hijos de Dios determina nuestra misión en la vida para proclamar la Buena Nueva.

viernes, 18 de noviembre de 2022

DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

Pedro y Pablo, columnas de la fe; eran distintos, pero los unía el Evangelio; cada uno con su peculiar misión y estilo: Pedro como cabeza de la Iglesia, Pablo como apóstol de las gentes.


Llegados al final de su vida, San Pedro y San Pablo fueron llevados por las circunstancias a hacer un pequeño balance de lo que el Señor había obrado por medio de ellos. Escribiendo «a los que han alcanzado una fe, no menos preciosa que la nuestra, mediante la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo».

-Pedro declaraba entre otras cosas: «considero un deber estimularos con mis exhortaciones mientras habito en esta tienda, que pronto abandonaré según la revelación recibida de nuestro Señor Jesucristo. Pero me esforzaré para que en todo tiempo después de mi partida podáis tener presentes estas cosas. Porque no os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo en fábulas artificiosamente combinadas, sino como testigos oculares de su majestad... Esta voz bajada del cielo la oímos nosotros cuando estábamos con él en el monte santo» (II Pe 1, 13-18).

-Por su parte, San Pablo le confiaba a su «verdadero hijo en la fe», San Timoteo: «Doy gracias a quien me confortó, Cristo Jesús, Señor nuestro, porque me ha juzgado digno de confianza llamándome a su servicio... la gracia de nuestro Señor Jesucristo sobreabundó con la fe y la caridad de Cristo Jesús... Por esto he obtenido yo misericordia, para que mostrase Jesucristo primero en mí toda su longanimidad, para ejemplo de cuantos habían de creer en él para la vida eterna» (I Tim 1, 12-16).

Se conocieron en Jerusalén, cuando Pablo visitó a los apóstoles tres años después de su conversión (cfr. Gal 1,15-18). Allí convivieron apenas unos pocos días. Es posible que posteriormente coincidieran en Roma, cuando Pablo fue encarcelado en la capital del Imperio. Sabemos que ambos dieron en esta ciudad su máximo testimonio de amor a Cristo en el martirio: Pedro fue crucificado; Pablo, decapitado. En la ciudad eterna reposan hoy sus reliquias en las basílicas dedicadas a ellos. Así se recoge hacia el año 200 en el testimonio del sacerdote romano Gayo: «Yo te puedo mostrar los restos de los apóstoles; pues, ya te dirijas al Vaticano, ya a la vía Ostiense, hallarás los trofeos de quienes fundaron aquella Iglesia»

Según la tradición, el martirio de San Pedro tuvo lugar en los jardines de Nerón en el Vaticano, donde se construyó el Circo de Calígula y se afirma que fue sepultado cerca de ahí. Algunos autores sostienen que, en el año 258, se trasladaron temporalmente las reliquias de San Pedro y San Pablo a una catacumba poco conocida llamada San Sebastián a fin de evitar una profanación, pero años después, las reliquias fueron trasladadas al lugar en que se hallaban antes. En el año 323, Constantino comenzó a construir la basílica de San Pedro sobre el sepulcro del Apóstol. Permaneció idéntica por dos siglos, y poco a poco los Papas fueron estableciendo junto a ella, al pie de la colina Vaticana, su residencia, tras el destierro de Aviñón. En 1506, el Papa Julio II inauguró la nueva Basílica proyectada por Bramante. La construcción duró 120 años. La nueva basílica de San Pedro, tal como se ve hoy, fue consagrada por Urbano VIII el 18 de noviembre de 1626, y el altar mayor fue construido sobre el sepulcro de Pedro.

El martirio de San Pablo tuvo lugar a unos 11 kilómetros del de San Pedro, en Aquae Salviae (actualmente Tre Fontane), en la Vía Ostiense. El cadáver fue sepultado a tres kilómetros de ahí, en la propiedad de una dama llamada Lucina.

La gran Iglesia de San Pablo Extramuros fue construida principalmente por el emperador Teodosio I y el Papa San León Magno. En 1823 fue consumida por un incendio. Se reconstruyó, haciendo una imitación de la anterior y fue consagrada por el Papa Pío IX el 10 de diciembre de 1854, pero la fecha de su conmemoración se celebra en este día, como lo hace notar el Martirologio. 

 

 

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