Los Santos son los protagonistas de la Historia.

El Nombre que nos imponen cuando nos Bautizan, nos hace únicos, y es el que como hijos de Dios determina nuestra misión en la vida para proclamar la Buena Nueva.

martes, 21 de noviembre de 2023

PRESENTACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA EN EL TEMPLO

21 de noviembre, se celebra la Presentación de la Virgen en el templo.

El Protoevangelio apócrifo de Santiago, dice que la Virgen María, a los tres años, fue llevada por sus padres San Joaquín y Sta. Ana, al templo de Jerusalén donde acogían niñas hasta la edad de entregarlas en matrimonio que era a los doce años. Este mismo hecho lo cuenta también la "Vida de la Virgen" de Epifanio el Monje, aunque él sitúa la entrada en el templo a la edad de siete años.  

Algunos opinan, sin embargo, que la estancia de la Virgen en el templo fue por un tiempo limitado tras el cual volvió con sus padres hasta el momento de su matrimonio virginal con San José.

En cualquier caso, San Agustín y otros, explican que la Virgen hizo un voto privado de virginidad desde su infancia y que cuando se desposó con San José, esperaba que Dios proveería la forma de preservar su virginidad.

El origen de la fiesta litúrgica data de la Iglesia en Oriente, con motivo de la dedicación de la nueva iglesia de la Madre de Dios de Jerusalén en el 543, erigida por el emperador Justiniano, y a partir del s. XIV se introdujo en Roma y desde el s. XVI en toda la Iglesia.    

Dice San Alfonso María de Ligorio: "Como la santa niña María se ofreció a Dios en el templo con prontitud y por entero, así nosotros en este día, presentémonos a María sin demora y sin reserva."

Hoy se celebra la Presentación de la Virgen en el templo.
El Protoevangelio apócrifo de Santiago, dice que la Virgen María a los tres años, fue llevada por sus padres San Joaquín y Sta. Ana, al templo de Jerusalén donde acogían niñas hasta la edad de entregarlas en matrimonio, que era a los doce años. Este mismo hecho lo cuenta también la "Vida de la Virgen" de Epifanio el Monje, aunque él sitúa la entrada en el templo a la edad de siete años. 

Algunos opinan, sin embargo, que la estancia de la Virgen en el templo fue por un tiempo limitado, tras el cual volvió con sus padres hasta el momento de su matrimonio virginal con San José.

En cualquier caso, San Agustín y otros, explican que la Virgen hizo un voto privado de virginidad desde su infancia y que cuando se desposó con San José, esperaba que Dios proveería la forma de preservar su virginidad.
El origen de la fiesta litúrgica data de la Iglesia en Oriente, con motivo de la dedicación de la nueva iglesia de la Madre de Dios  de Jerusalén en el 543, erigida por el emperador Justiniano, y a partir del s. XIV se introdujo en Roma y desde el s. XVI en toda la Iglesia.     

La voz del Magisterio

«La definición del dogma de la Inmaculada Concepción se refiere de modo directo únicamente al primer instante de la existencia de María, a partir del cual fue inmune de toda mancha de la culpa original. El Magisterio pontificio quiso definir así sólo la verdad que había sido objeto de controversias a lo largo de los siglos: la preservación del pecado original , sin preocuparse de definir la santidad permanente de la Virgen Madre del Señor».

«Esa verdad pertenece ya al sentir común del pueblo cristiano, que sostiene que María, libre del pecado original, fue preservada también de todo pecado actual y la santidad inicial le fue concedida para que colmara su existencia entera».

«La Iglesia ha reconocido constantemente que María fue santa e inmune de todo pecado o imperfección moral. El Concilio de Trento expresa esa convicción afirmando que nadie "puede en su vida entera evitar todos los pecados, aun los veniales, si no es ello por privilegio especial de Dios, como de la bienaventurada Virgen lo enseña la Iglesia" (DS 1573). También el cristiano transformado y renovado por la gracia tiene la posibilidad de pecar. En efecto, la gracia no preserva de todo pecado durante el entero curso de la vida, salvo que, como afirma el Concilio de Trento, un privilegio especial asegure esa inmunidad del pecado. Y eso es lo que aconteció en María».

La voz de los santos

«No hubo ni habrá jamás un ofrecimiento hecho por una criatura, ni más grande ni más perfecto que el que hizo la niña María a Dios cuando se presentó en el Templo para ofrecerle, no incienso ni cabritillas, ni monedas de oro, sino a sí misma del todo y por entero, en perfecto holocausto, consagrándose como víctima perpetua en su honor. Muy bien comprendió la voz del Señor que la llamaba a dedicarse toda entera a su amor, con aquellas palabras: Levántate, apresúrate, amiga mía... y ven (Ct 2, 10). Por eso quería su Señor que se dedicara del todo a amarlo y complacerlo: Oye, hija mía, mira, inclina tu oído y olvida tu pueblo y la casa paterna (Sal 44, 14). Y Ella, al instante, siguió la llamada de Dios».



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