Los Santos son los protagonistas de la Historia.

El Nombre que nos imponen cuando nos Bautizan, nos hace únicos, y es el que como hijos de Dios determina nuestra misión en la vida para proclamar la Buena Nueva.

viernes, 25 de noviembre de 2022

SANTA CATALINA de Alejandría

 Hoy, 25 de noviembre, es Santa Catalina. Se dice que fue una virgen y mártir, llena de agudeza, de ingenio y sabiduría, no menos que de fortaleza, de ánimo.

Nació en Alejandría el 287, hija del rey de Sicilia Costo. 

 
Era muy docta y elocuente, gran conocedora de la filosofía, y simpatizante de Platón. Le gustaba escuchar al obispo Pedro el Patriarca, que junto a un providencial encuentro con el ermitaño Trifón, la movieron a la conversión, de modo que pidió el bautismo y el mismo día que lo recibió, por la noche celebró desposorios místicos con Cristo, y a partir de ahí se elevó por las sendas de la religión.

El emperador Majencio (306-312), o más probablemente Maximino (308-313, que sí que era augusto de Oriente, al contrario que Majencio) acudió a Alejandría para presidir una fiesta pagana, y ordenó que todos los súbditos hicieran sacrificios a los dioses. Catalina entró en el templo, pero, en lugar de sacrificar, hizo la señal de la cruz. Y dirigiéndose al emperador, lo reprendió exhortándolo a conocer al verdadero Dios. Conducida a palacio, ella reiteró su negativa a hacer sacrificios, pero invitó al emperador a un debate. El emperador perdió el debate, por lo que mantuvo presa a Catalina en su palacio. Ordenó entonces llamar a los grandes sabios del imperio para que debatiesen con ella y la ganaran.

A lo largo de la prueba del debate filosófico, los sabios resultaron convertidos al cristianismo por Catalina, lo que provocó la ira del emperador, quien los condenó a todos a ser ejecutados en la hoguera. Estos sabios, dado que acababan de convertirse al cristianismo, tuvieron miedo de morir sin ser bautizados, por lo que Catalina les bautizó antes de su ejecución. Después, Majencio volvió a tratar de convencer a Catalina, con promesas, para que abandonase su fe; pero, al no lograrlo, mandó azotarla y después encerrarla en prisión. Allí fue visitada por la propia emperatriz y por un oficial, Porfirio, que también terminó por convertirse junto con otros doscientos soldados, según señala la Passio.

El emperador ordenó entonces que torturaran a Catalina, utilizando para ello una máquina formada por unas ruedas provistas de unas cuchillas afiladas. Según la Passio, las ruedas se rompieron al tocar el cuerpo de Catalina, quien salió ilesa, mientras que las piezas sueltas por la máquina reventada mataron a algunos de los que estaban presentes en la ejecución. 


La emperatriz nuevamente trató de interceder a favor de Catalina, pero esto enfadó al emperador, que castigó a la emperatriz. Además, mandó decapitar a Catalina, pero de la herida no salió sangre sino leche.
Y cuenta la tradición que unos ángeles llevaron su cadáver al monte Sinaí, donde sus reliquias se veneran en el monasterio de Sta. Catalina, que fue construido por Justiniano en el siglo VI.


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