31 de Mayo 2023
Estas dos mujeres viven y
comparten el mayor secreto que pueda Dios comunicar a los hombres.
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-45
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la
región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y
saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María,
saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu
Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y
bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor
venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó
de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían
las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!
Oración introductoria
«Dichosa tú, que has creído». María fue llamada dichosa, no por el hecho
de ser Madre de Dios, sino por su fe. Ven, Espíritu Santo, para que
esta oración aumente mi fe en el amor y en el poder de Dios, y sepa
entregarme con amor y sin reservas a mi misión.
Petición
María, Madre mía, ayúdame a imitarte hoy en el servicio a los demás.
“Vuelve tus ojos a la Virgen y contempla cómo vive la virtud de la
lealtad. Cuando la necesita Isabel, dice el Evangelio que acude «cum
festinatione», —con prisa alegre”.
Meditación del Papa Francisco
Este episodio nos muestra ante todo la comunicación como un diálogo que se entrelaza con el lenguaje del cuerpo. En efecto, la primera respuesta al saludo de María la da el niño saltando gozosamente en el vientre de Isabel. Exultar por la alegría del encuentro es, en cierto sentido, el arquetipo y el símbolo de cualquier otra comunicación que aprendemos incluso antes de venir al mundo. El seno materno que nos acoge es la primera “escuela” de comunicación, hecha de escucha y de contacto corpóreo, donde comenzamos a familiarizarnos con el mundo externo en un ambiente protegido y con el sonido tranquilizador del palpitar del corazón de la mama?. Este encuentro entre dos seres a la vez tan íntimos, aunque todavía tan extraños uno de otro, es un encuentro lleno de promesas, es nuestra primera experiencia de comunicación. Y es una experiencia que nos acomuna a todos, porque todos nosotros hemos nacido de una madre.
Después de llegar al mundo, permanecemos en un “seno”, que es la familia. Un seno hecho de personas diversas en relación; la familia es el “lugar donde se aprende a convivir en la diferencia”: diferencias de géneros y de generaciones, que comunican antes que nada porque se acogen mutuamente, porque entre ellos existe un vínculo. Y cuanto más amplio es el abanico de estas relaciones y más diversas son las edades, más rico es nuestro ambiente de vida. (Mensaje de S.S. Francisco, 23 de enero de 2015).
Reflexión
El evangelio de San Lucas nos narra el Anuncio del ángel a María como
"de puntillas", con gran respeto, venerando a los protagonistas de este
diálogo único. Hoy, sin embargo, asistimos a aquella "segunda
anunciación". La que el Espíritu Santo revela a santa Isabel en el
momento de reconocer en María a la Madre de su Señor. Estas dos mujeres
viven y comparten el mayor secreto que pueda Dios comunicar a los
hombres, y lo hacen con una naturalidad sorprendente. Por su parte,
María, la llena de gracia, no sólo no se queda ociosa en su casa. Ser
Madre de Dios no desdice un ápice de su condición de mujer humilde, de
modo que va en ayuda de su prima. Isabel, por su parte, anuncia,
inspirada por el Espíritu, una gran verdad: la felicidad está en el
creer al Señor.
Cuando alguien se profesa cristiano, su fe y su vida; lo que cree y cómo
lo vive, son dos esferas que están íntimamente unidas. Quien piense que
"creer" es sólo profesar un credo religioso, adherir a una religión o a
unos dogmas, quizás tiene una pobre visión del término. Porque cuando
se cree de verdad se empieza a gustar las delicias con que Dios regala a
las almas que le buscan con sinceridad. La pedagogía de Dios es tan
sabia que sabe impulsarnos, dándonos a saborear su felicidad, -que es
inmensa e incomparable-, cuando somos fieles. Es un gozo que, sin casi
quererlo, nos lleva a más, nos invita a entregarnos con más generosidad a
la realización de un plan que va más allá de nuestra visión humana.
Isabel reconoce en su prima esa felicidad porque ha creído, pero además
porque en consecuencia, su vida ya no respondía a un plan trazado por
ella, sino por su Señor. Ella estaba también encinta ¿por qué era
necesario un viaje en las condiciones de aquel tiempo...?
Preguntémonos, si hoy queremos ser felices, ¿cómo va mi fe en la
presencia de Dios en mi vida? Si lucho por aceptarla y vivirla ya tengo
el primer requisito para mi felicidad. Aunque tenga que trabajar y
sufrir, sabré en todo momento que Dios está a mi lado, como lo estuvo de
María y de Isabel.
Propósito
Vivir hoy con la resolución de servir, por amor, a las personas con las que convivo.
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